Lupe tiene una casa modesta en San Bernardino, CA.  En un  país donde hay tantas posibilidades de conseguir a bajos precios objetivos de decoración, es raro encontrar una vivienda austera como un claustro. En una ocasión  observé a Lupe en una rifa parroquial, ella obtuvo de premio una linda figurita,  cuando le pregunté:

 En qué parte de su casa la colocará.

Ella comentó:

Ya se la prometí a mi comadre.

Esto llamó por entero mi curiosidad y quise saber más.

vase-633586_640“ Mira, una de las primeras casas que yo limpiaba era de una mujer vieja que decía ser de Polonia. Era una casa atestada de cosas, casi no tenía un espacio vacío. Yo odiaba los miércoles, porque ese día me tocaba limpiar con la polaca.  Ya sabes, la mayoría de mis patrones me dejan sola y yo pongo mi música y limpio a mi ritmo. Esta patrona no, estaba todo el tiempo detrás de mí, obsesionada con la atención y rato que yo debería tener con cada una de sus piezas: “Cuidado con ese jarroncito chino. Ahora saque bien el brillo a estas figuritas de  París. Ah, no se olvide de lavar  las copas de Bohemia con su jabón especial. Recuerde que esas piezas son de yadró español. Sacuda con cuidado el polvo de mi tapete Persa…”  Me agotaban las cosas, pero más, los modos.

Un día me llamó el único sobrino de mi clienta para avisar que el fin de semana murió repentinamente y necesitaba mi ayuda para recoger la casa. Me explicó que él vivía en New York, tenía un departamento pequeño, era un hombre de negocios, no podía llevarse todo aquello, de modo que le urgía vender y nos dispusimos a organizar una “Yard Sale”. Los coches se arremolinaron en la entrada desde temprano ¡Había tanto que comprar! Y así miré como se fue el jarrón chino por unos cuantos dólares, el mantón de manila, los platos de patos de Alemania… Ya era muy tarde y quedaban unas cuantas cosas que el sobrino colocó en unas cajas y me dijo: “_ llévate esto y haz con ello  lo que gustes. Yo pondré la propiedad en venta.”

still-life-790381_640Terminé el día como si hubiera atravesado un remolino. Estaba rendida,  quise ver algo de televisión y me quedé dormitando. Una danza de objetos, de sobra conocidos para mí, daban vuelta en mi sueño. Salían de todas partes  manos ansiosas de llevarse cosas. Desperté con sobresalto. Así como tu estómago  reacciona después de un empacho, así sentía yo parecido no sé si en mi alma o en mi corazón. ¿Por qué nos afanamos en tener tanto? ¿Será que para eso estamos en el mundo? Y recordaba yo a mi patrona, sin otra familia que un lejano sobrino a quien poco le interesaba el mundo acumulado por su tía.   ¿Cuál es el verdadero valor de las cosas?

Esa noche aunque físicamente me sentía agotada,  dentro de mí algo estaba muy despierto. Como si hubiera tenido una revelación, me senté en la salita y miré y miré las fotos de mis hijos, de mis padres en el rancho, de mi gente. Esa era toda mi riqueza. Quizá todos coleccionamos algo. Tengo una patrona que colecciona tazas de té y su hijo discos. Un señor colecciona estampillas postales y su nieto juegos de nintendo. Yo coleccionaba recuerdos, amores, quizá ilusiones. Los ahorros que hago, ya sabes, se van para el rancho, donde tengo mucha familia necesitada. Quizá es tonto, pero siento que poseo lo que más puede enriquecer a alguien: Una familia por la que lucho y sigo adelante. Desde entonces  procuro tener sólo lo necesario. Doy gracias a Dios por tener lo justo para seguir en esta vida. Y cuando miro cosas tentadoras  en  las tiendas me pregunto: ¿de verás necesito esto?”.

2015 © Petra Alexander. Todos Derechos Reservados.


 

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