Hay eventos que marcan nuestra vida. Dios opera de maneras inimaginables. Algunos a edad muy temprana, otros en la edad adolescente o más aun, algunos en su temporada adulta. Cuando Dios llega a nuestras vidas y nosotros estamos dispuestos, un cambio puede suceder. Todo esto a raíz de las diferentes oportunidades que tenemos para conocer a Cristo y profundizar en la fe. A esto se le llama evangelización y catequesis. A un muerto no tiene sentido darle de comer, hay que resucitarlo primero para después alimentarlo, o puesto más bien con una analogía bíblica y no con un ejemplo personal, diría Pablo en 1 de Corintios 3, 2 que la leche es para el pequeño y el alimento sólido para el maduro. Algo así. Todos vivimos circunstancias y caminos diferentes, aunque algunas veces nos toque intersectarnos en el trayecto, todos con nuestras propias familias buscamos algunas maneras de pasar y vivir nuestra fe católica.
Pues bien, los sacramentos que nuestra Madre Iglesia Católica nos propone, no son actos de magia, son signos visibles de la gracia de Dios tan indispensables para responder a nuestra vocación cristiana. Precisamente porque los sacramentos no son debut y despedida, son el comienzo y continuidad de una vida de santidad, surgen así entonces oportunidades como esta para renovarnos, formarnos, llenarnos y refrendar nuestro compromiso con Cristo, nuestra Iglesia y el prójimo. Estoy hablando del Symposium Ágape de Evangelización y Catequesis, un evento de formación y evangelización para catequistas, líderes catequéticos que se llevo a cabo en la Diócesis de Galveston-Houston el 24 de enero de este mismo año.
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