Comencemos pues partiendo del pasaje bíblico en el Evangelio de San Juan.
“Así habló Jesús en Cafarnaúm enseñando en la sinagoga. Al escucharlo, cierto número de discípulos de Jesús dijeron: «¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién querrá escucharlo?» Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Les desconcierta lo que he dicho? ¿Qué será, entonces, cuando vean al Hijo del Hombre subir al lugar donde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida Pero hay entre ustedes algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Y agregó: «Como he dicho antes, nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de seguirle. Jesús preguntó a los Doce: «¿Quieren marcharse también ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»” (Jn 6,59-69)
Estas reflexiones que les he compartido parten de mi propia experiencia que sé que no es ajena a la de ustedes. Yo soy tan pecador que puedo decir con toda honestidad que tengo cola que me pisen, ¿me siento orgulloso? No, pero ¿quién no se siente así? Por lo cual, recordemos las palabras claves para nuestros ejercicios cuaresmales y llevarlas a cabo en todo lo que hago “Misericordia y un corazón limpio”. Desde que me levanto, con mis hijos o tengo trato con mi cónyuge, en mi trabajo, a la hora de comer, a la hora de salir y encontrarme con la multitud de gente que habita en esta ciudad, hay que pedirle al Señor que tenga Misericordia de nosotros que nos dé un corazón limpio pero también a la vez, hay que ser nosotros mismos misericordiosos con nuestro prójimo, hay que tener corazón limpio hacia nuestro prójimo. Es muy fácil pedir estas cosas de Misericordia y un corazón limpio al Señor, y el Señor nos dice que si nos dará un corazón limpio, que si nos dará su Misericordia pero que compartamos este gran amor de Dios hacia los demás, nos pide que las llevemos a cabo, que seamos misericordiosos con los demás, que compartamos ese corazón limpio aquel que tanto necesita de un buen consejo, un hombro donde llorar, una mirada tierna que ver, que no seamos egoístas sino entregar todo, dar todo en esto consiste la Alegría del Evangelio. Es por eso que el evangelio que acabamos de escuchar se nos relata que había cierto número de discípulos, aquellos que se decían seguidores del Señor, aquellos que pareciera habían dejado todo por seguirle, aquellos que supuestamente habían dicho si a él, pero la reacción de ellos a mí me sorprende, ¿Qué no se supone que son discípulos del Señor? ¿Qué no se supone que aprendieron del Maestro, porque vivieron con él? Pero no, estos dizque ‘discípulos’ son los que algunos sacerdotes dicen que son ‘Cristianos con la Biblia bajo la axila’, que en vez de vivir la Biblia, leerla, ponerla en práctica, más bien hacen eso, aparentan que la leen pero más bien la sofocan bajo sus brazos. Por eso la respuesta de los discípulos, “Este lenguaje es muy duro”, ¡que escándalo! esto que me dice el Señor no puede ser, ¿Quién puede seguirlo? Si lo que me pide es imposible.
Cuestiónese
¿Por qué me resulta difícil escuchar al Señor? ¿Alguna enseñanza de Jesús me escandaliza y me parece imposible de vivir?
“Este lenguaje es muy duro”
Se me viene a la mente el pasaje del sacrificio de Isaac:
“Dios quiso probar a Abraham y lo llamó: «Abraham.» Respondió él: «Aquí estoy.» Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.»…. No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.»…. ya que has hecho esto y no me has negado a tu hijo, el único que tienes, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos. Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de tu descendencia. (Gn 22, 1-2.17-18)
Abraham, el padre de la fe pudo haber sido uno de estos discípulos que pudo haberse escandalizado y haber dicho que “lenguaje tan duro”, ¿quién podrá obedecerlo? me pides a mi único hijo lo más valioso, la clave está en que el Padre de la fe—Abraham, fue auténtico discípulo de Yavé porque lo conocía en verdad, él sabía que lo que le pidiera él se lo iba a multiplicar, él tenía la confianza en Dios y sabía que rescataría a su hijo, ya que Dios no desea la muerte de nadie. Un auténtico discípulo del Señor tiene esta característica, confía en él, sabe que el que tiene la última palabra es él. Con un poco de introspección descubriremos que muy frecuente vivimos con muchas preocupaciones y ansiedades. Esto puede ser causado por un sentido interior de nuestra propia vulnerabilidad e inpermanencia. Todos buscamos la seguridad, pero la clave está que la seguridad se encuentra en Dios y no en las cosas terrenales. Inclusive hasta cuando nos consideramos seguros, frecuentemente esa confianza es el resultado de ir sintiendo que podemos depender de nuestros talentos y esfuerzos, de nuestros logros y éxitos presentes, fe en un sistema o institución, la confiabilidad de otros y la esperanza de un buen futuro. Nos aferramos a estos salvavidas y queremos olvidar la profundidad del océano de nuestros temores e incertidumbres que nos amenazan y sentimos que perdemos el control. Todos estamos en busca de tierra firme, solidez, permanencia, y seguridad; buscamos salvación de lo que nos amenaza y de nuestra propia vulnerabilidad. Lo mismo le sucedió a los apóstoles en especial a Pedro,
Inmediatamente después Jesús obligó a sus discípulos a que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo. La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra y las olas la golpeaban duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: «¡Es un fantasma!» Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: «Ánimo, no teman, que soy yo.» Pedro contestó: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua.» Jesús le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?» Subieron a la barca y cesó el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: «¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!» (Mt. 14, 22-33)
Que interesante que nosotros busquemos tierra firme, solidez, permanencia y seguridad y a Noé lo puso a prueba con el diluvio mientras las aguas torrenciales golpeaban a la creación por su mala conducta, y que decir del Padre Abraham que le pide dos cosas muy grandes salir de la tierra de Ur, de ir a lo desconocido, donde no hay permanencia y tal vez no haya seguridad. Y también menciono a Moisés que es salvado de las aguas, que es tartamudo y le pide Yavé que libere a su pueblo, que se enfrente contra el gran opresor ante el faraón y que confié en él, aunque desobedeció de Yavé y no pudo entrar en la tierra prometida. Pero aun así, Yavé nunca lo abandonó, y que decir de San José, esposo de Maria y Padre Virginal de Jesús, San José es llamado el “Santo del silencio”, no conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. Tuvo confianza en el Señor y por último que decir de Pedro pescador, aquel que “Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.»” (Lc 5,10b) Porque es en el mismo océano, en el mismo mar como Noé, Moisés y Pedro donde se aprende a confiar en el Señor.
Jesus quiere pescadores de hombres, él no quiere campesinos ¿Cuál es la diferencia? La respuesta es simple, el campesino o agricultor se encamina todas las mañanas por el sendero que lo lleva a su terreno. Su itinerario es rutinario, incluso hasta sus animales van y regresan solos al campo ya que recorre el mismo camino. Sin embargo, en el caso del pescador es muy distinto. En el mar no hay veredas, siempre se va por nuevos rumbos, las olas nunca son las mismas, y cada día el viento sopla distinto. Esto significa que para nuestras vidas, si queremos ser auténticos discípulos de Dios, nuestras vidas tienen que cambiar, tenemos que dejarnos transformar por el viento del Espíritu Santo, que nos lleva por caminos y nuevos rumbos que desconocemos, solo lo que nos pide es que confiemos en él.
Te comparto el siguiente canto para tu meditación
Oración final
Tú me salvas
No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor
puede más que los motivos.
Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…
José Mª Rodríguez Olaizola, sj[1]
2014 © Adrian Alberto Herrera. Todos Derechos Reservados.
Foto principal por The Cosmic Cathedral, biblia por Chris Yarzab, Isaac por Ted, barca por Oscar Gilroy.