Hace unos meses durante uno de mis viajes fuera de la diócesis, tuve la oportunidad de conocer varios jóvenes adultos en un evento que se llevó en otra diócesis aquí en los Estados Unidos. Durante mis conversaciones con varios de ellos pude notar que había alegría, tal vez no mucho conocimiento de la fe Católica pero había entusiasmo, había chispa, había ganas de hacer las cosas. Mientras la primera charla se llevaba a cabo por un sacerdote, pude notar la atención que más de 250 jóvenes de edades 23-34 años de edad tenían hacia el sacerdote. El sacerdote que desconozco su nombre hizo muy buena platica y conexión con las sagradas escrituras en relación a la cultura que viven los jóvenes adultos en general. Al finalizar esta primera charla hubo un descanso de 30 minutos y darle oportunidad a las casas editoriales como centros de retiro y patrocinadores poder promocionar sus eventos. Fue precisamente en este tiempo que pude platicar con tres jóvenes adultos, uno de ellos de como 32 años de edad, soltero y trabajando para una empresa de petróleo, las otras dos personas eran dos mujeres una de ella como de unos 25 años de edad, terminando su Maestría en Educación, y la otra una mamá de unos 30 años de edad que también estaba terminando su Maestría en Ingeniería. ¿Qué fue lo asombroso de esta conversación? Que los tres habían tenido caminos de conversión, dos de ellos habían sido ateos hasta hace unos años y una de ellas fue conversa al catolicismo del presbiterianismo.
En estos 30 minutos que nos dieron, pude notar la franqueza como relataban sus luchas, sus miedos pero también sus alegrías. Entre tantas cosas que se dijeron, recuerdo dos momentos especiales que los tengo todavía muy grabados (lamentablemente no he oído algún católico de nacimiento relatar estas cosas de tal manera). Recuerdo y tengo muy grabado lo que me dijo este muchacho, “una vez me pregunte, ¿Cómo saber si estoy salvado? A lo cual me llevo a cuestionarme, a leer libros de filosofía, a buscar la lógica, saber que es la salvación y la curiosidad de saber por qué yo me hacia esta pregunta, YO que no creía en nada supernatural, pues era ateo. Pero de repente, un día me sentí llamado a ir a Misa, y escuche con atención la homilía del sacerdote y habló de ‘tuve hambre y me diste de comer’ ‘fui forastero y me recibiste’ ‘anduve sin ropas y me vestiste..etc.’ estas palabras resonaron tanto en mi corazón que me di cuenta que era el mismo Dios el que me estaba llamando, era él, y me deje acercarme por Él”. Este jóven al terminar de decir esto se conmovió, que no era necesario decir más palabras para describir el encuentro personal que tuvo con Jesucristo. Su vida había cambiado, ahora su vida encontraba sentido en Jesucristo. Y ahí estaba él, queriendo compartir su fe Católica con los demás y lo orgulloso que se sentía de ser Católico.
El otro relato fue de esta mamá joven, contó su historia y de cómo había crecido toda su vida en una creencia presbiteriana y cómo desde muy chica se sentía atraída por las creencias católicas como la Santa Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación y Penitencia que poco a poco fue abandonando su creencia presbiteriana y decidió entrar al proceso de RICA y en 1999 había sido recibida a la Iglesia Católica. Lo más notorio de su experiencia de fe fue, que al contar su experiencia de fe lo hacía con mucha alegría que inclusive me dijo “este es un bello momento para ser Católico, tenemos a un buen Papa Francisco, hay varios de nosotros que hemos dejado familias, amigos y hemos seguido al Señor y nosotros podemos hacer las cosas mejor”. El escuchar a alguien que no había tenido la misma experiencia como yo, estas personas que no habían nacido en un seno católico y escuchar a esta joven mamá expresarse de tal manera, con un gozo que irradiaba pasión y alegría por compartir la fe católica y decir que este es un bello momento para ser Católico me dejo mudo y a la vez un sentimiento de agradecimiento porque sé que Dios está obrando en nuestras vidas.
Esta experiencia la comparto para que seamos agradecidos con lo que la Madre Iglesia nos ha dado, no todos tienen esta bendición, por eso el enamorar el corazón en Jesucristo es un don de Dios, en esto consiste la evangelización. Enamorarme yo más de Cristo, de estar en su presencia, caminar y ver como Cristo para así poder amar al prójimo. Para esto se necesita ser agentes de evangelización, de invitar, de proponer, nunca de imponer. Ya que el amor se da libremente como el Evangelio se da libremente y no a la fuerza, en eso radica la perfección. Y como dijera San Ignacio de Loyola… “Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta.”
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Foto principal por Ramon de cal Benido