La Catedral de Moscú y la Reliquia de San Juan el Bautista
En Moscú para ser preciso el 7 de Junio del 2006, mi esposa Marina y yo, con nuestro mapa en la mano como único guía, principiamos nuestra caminata del día. Sentados en una de las bancas afuera de la biblioteca nacional, observamos como poco a poco personas se iban agrupando a las afueras de la Catedral de Moscú. Movidos por nuestra curiosidad, cruzamos la calle y paulatina y respetuosamente nos acercamos al final de la fila con el deseo de saber el por qué de la reunión. Después de varios largos minutos de incomodo silencio, llegó una moscovita quien nos informó en inglés que ese y único día estaba expuesta la santa reliquia de la mano de san Juan el Bautista, traída de Montenegro. Inmediatamente mi esposa y yo acordamos esperar nuestro turno para besar tal reliquia asumiendo que solo nos tomaría algunos minutos o cuando mucho una hora de espera.
Ignorando la magnitud de la procesión esperamos desde nuestra llegada al rededor de las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde en línea, mucho más de las 2 horas que normalmente esperamos para entrar a la Basílica de san Pedro en Roma a la misa Papal. La prolongada espera de pie en fila para no perder el lugar y la oportunidad de entrar a la catedral a besar la mano de san Juan el Bautista, sorpresivamente transcurrió animada por la cercana interacción con las personas a nuestro alrededor quienes para nuestra sorpresa nunca mostraron signos visibles de cansancio ni aburrimiento. Su rostro adusto e inexpresivo reflejaba interés y el brillo de sus ojos fe viva alimentada por largos años de opresión y sacrificio. Con señas nos comunicamos con aquellos con quienes la barrera del idioma no nos permitía hacerlo verbalmente.
Durante la interesante y educativa interacción, aprendimos que las personas que habían llegado temprano estaban tambien reservando el lugar para otros que llegarían a la hora precisa de entrada. De tal forma que entre más nos acercábamos a la puerta de entrada, más nos separábamos de ella debido al número de personas recién llegadas quienes eran mucho mayor al número de personas en espera. Entre más cercanos, más lejanos, realidad contradictoria difícil no solo de aceptar sino tambien de comprender. ¿Cómo puede ser esto posible? Nos preguntábamos mi esposa y yo en silencio sin encontrar respuesta. Luego repetíamos la misma frase lentamente dividida en silabas: lo cer-ca-no se ha-ce le-ja-no…
En espera de nuestro turno, llegó la hora de comer. Una pareja joven a nuestro lado, cada uno parsimoniosamente tomaba pequeños sorbos a sus botellas de Coca Cola de 16 onzas, mientras una mujer cercana a mi, sacó de su bolso una bolsita de plástico con cuatro o cinco galletas redondas de color amarillo pálido de aproximadamente pulgada y media de diámetro.
Me mostró la bolsita de galletas dándome la impresión como si me ofreciese toda la bolsa, gracias a Dios rápido comprendí que las galletas eran su comida del día y gustosamente la compartía conmigo. Tomé con mis dedos una galleta de la bolsa de plástico y conmovido me la llevé a la boca como comunión espiritual. Gracias a la generosidad de la señora, la galleta y la comunión espiritual, no tuve hambre ni sentí cansancio durante las ocho horas de espera. ¿Seria acaso aquella mujer la pobre viuda del evangelio que ofreció la única moneda que tenia? (Marcos 12:38-44). La moscovita con quien nos comunicábamos en inglés, nos ofreció reservar nuestro lugar para que fuésemos al vestíbulo de la catedral a comprar estampitas conmemorativas a la visita de la reliquia de san Juan el Bautista en Moscú. Después, caminamos a un jardín cercano donde se exponían algunas pinturas. Entre ellas nos encontramos con una pintura del Señor y la Samaritana sentados en el brocal del pozo. Que maravilla, nos habíamos encontrado con Jesús en Moscú, en el mismo lugar que años anteriores mi esposa y yo bajo condiciones similares hubiésemos muerto o condenados a trabajos forzados en la apartada, desolada y gélida Siberia.
El tal anhelado momento de entrar a la catedral, fue sorpresiva y drásticamente velado por la multitud de personas recién llegadas a quienes se les había reservado el lugar. Tal vez el número de personas recién llegadas sobrepasaba en número a las que habían esperado ordenada y pacientemente durante ocho horas. Los empujones de la multitud fueron tan fuertes que a mí en un momento se me cortó la respiración y mi esposa Marina fue lastimada con múltiples pisadas y codazos. La entrada al santo lugar, se convirtió en segundos, en conmoción y pánico. Nuestro deseo, lejos de entrar a venerar la santa reliquia de san Juan el Bautista, fue de salir de aquella atrincherada avalancha humana.
Auxiliados por el cuerpo policiaco ruso y la ayuda de algunas personas que nos abrieron paso usando sus cuerpos como muralla, salimos ilesos de aquella avalancha humana sin haber venerado la reliquia de san Juan el Bautista en la Catedral de Moscú y con la bendición recibida afuera de la Catedral durante las prolongadas horas de espera en compañía de fieles de fe inquebrantable y carácter de hierro. Esta experiencia continúa siendo para nosotros una inspiración y modelo de fe viva a imitar en nuestras vidas como católicos en cada una de las parroquias muy en especial a las de la Diócesis de Fresno a donde felizmente pertenecemos y servimos.
¡Alabado sea el Señor en todos los rincones de la tierra!
Continúa con la tercera y última parte: El Museo del Ermitaño en San Petersburg y “El Hijo Pródigo” de Rembrandt
2013 © Dr. Gabriel Martinez. Todos Derechos Reservados.
Foto principal por thisisbossi. Foto de San Juan Bautista por GOC53, foto de galletas por lindseywb.