Empezaré por definir primero la palabra “Vocación” para luego hablar de la vocación de la mujer. La palabra vocación viene del verbo en latín “vocare” que significa “llamada”. Pero uno no se llama a sí mismo, sino que vive impulsado o requerido a dar una respuesta y esta respuesta tiene que ser libre.

En términos generales, la vocación es una llamada particular a una forma de vida o a ejercer una profesión determinada. Es lo que cada uno tiene de propio, de diferente, en relación con otro ser humano. Por ejemplo cuando encontramos una enfermera cumpliendo su trabajo con compasión decimos que tiene vocación para enfermera y así en todos los campos del desarrollo humano.

Podemos decir también que la vocación es el porqué y el para qué de la vida. El reconocimiento de mi vocación es el descubrimiento de mi propia identidad. Esta identidad nos viene de Dios desde el momento de la creación (Génesis 2: 18-24) donde vemos cómo Dios creó al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones; ambos con la misma dignidad, diferentes pero complementarios el uno con el otro.

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