Monseńor Oscar Arnulfo Romero, Pastor, Profeta y Mártir. Nació en El Salvador el 15 de agosto de 1917. Fue ordenado sacerdote en Roma. En febrero de 1977 fue nombrado arzobispo de San Salvador. Oscar Romero fue un hombre sincero, de una fe inquebrantable en el Dios de la vida en medio de una historia de dolor y de muerte. Frente a la cruel represión perpetrada por las fuerzas armadas y oligárquicas, optó por la defensa de los derechos humanos al lado de los pobres. Proclamó incansablemente la dignidad de la persona humana y denunció con valentía la explotación y la represión.
Se convirtió en «la voz de los sin voz». Amenazado de muerte, confesó:
No creo en la muerte sin resurrección. Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreńo… Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo… Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador… Si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la seńal de que la esperanza será pronto una realidad.
El 24 de marzo de 1980 Oscar Romero cayó abatido por un certero disparo en el corazón mientras oficiaba misa en la capilla del hospital oncológico de la Divina Providencia. Su muerte martirial sancionó para siempre su vida y lo ha convertido en una buena noticia para el mundo de hoy. Romero es el símbolo real de multitud de mártires de América Latina, esperanza de un mundo nuevo de solidaridad, justicia y fraternidad.
Delante de cientos de miles de jóvenes reunidos en la playa de Copacabana para la celebración del Vía Crucis, el Papa Francisco dijo que Jesús entiende a aquellos que, hartos de la corrupción de los gobernantes y del caminar errático de la Iglesia, han perdido la confianza en la política y hasta la fe en Dios. Tanto los discursos del papa argentino siguen teniendo un marcado carácter social, que concuerda con la noticia conocida hoy: desde que se sentó en la silla de Pedro, Francisco está haciendo todo lo posible por acelerar la canonización de “la voz de los sin voz”, Óscar Arnulfo Romero.
“Con la cruz”, ha explicado el Papa a los jóvenes, “Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que no pueden ya gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con ella, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, que lloran la pérdida de sus hijos, o que sufren al verlos víctimas de paraísos artificiales como la droga; con ella, Jesús se une a todas las personas que sufren hambre en un mundo que cada día tira toneladas de alimentos; con ella, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en ella, Jesús se une a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio”.
El Papa Francisco está decidido a beatificar lo antes posible a monseñor Romero. Las últimas palabras del arzobispo salvadoreño –san Romero de América para quienes han mantenido encendidas las brasas de su memoria— todavía ponen los pelos de punta en el pequeño país centroamericano: “Los militares están matando a sus mismos hermanos campesinos. Ningún soldado tiene que obedecer la orden de matar. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, les suplico, les ruego, les ordeno que cese la represión”.
Nada más ser elegido Papa, Francisco dijo:
“Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”. Hace más de tres décadas, monseñor Romero ya decía: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”.
El reinado de Dios es la mision de la iglesia, y es un reinado caractarizado por tres virtudes: amor para todos, especialmente para nuestros enemigos; perdon, reconciliacion, y paz en nuestros conflictos; y una justicia que voltea los sistemas opresivos del mundo que siguen robando la humanidad de todos, tantos los ricos como los pobres.
En el evangelio de ayer, se presenta una escena que se puede describir como la llamada de todos los bautizados: la samaritana, quien Jesus reconoce como pecadora, le pide agua de vida a Jesus, y Jesus se la da, convertiendola a discipulo para los samaritanos de su pueblo, los alejados de la fe, los ignorantes de la buenanueva. Cada uno de nosotros somos llamados a la misma mision evangelica: de declarar el reinado de Dios en este mundo, de denunciar el pecado personal y social que esta obscurando ese reinado, y de empezar nuestra mision con los quien Jesus ha identificado como mas cercano a el: los pobres, los marginados, los botados del mundo.
Jesus nos pregunta hoy: como estamos llamado cada uno a la mision evangelica? Que estamos listo a sacrificar para nuestro Dios? Por eso resamos: Padre de fe, esperanza, y amor, te pedimos que nos alumbre nuestros corazones para que podremos tomar de tu agua de la vida eterna y con su hijo Jesus llevar a cabo el reinado de justicia y perdon, y amor que es su voluntad. Amen.
2014 © Steffano Montano. Todos Derechos Reservados.
Trabajos Citados
http://www.sicsal.net/romero.php
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/07/26/actualidad/1374865943_745892.html
Foto principal por alta hora de la noche, foto de Oscar Romero por Alison McKellar, foto de Papa Francisco por Gabriel Andrés Trujillo Escobedo