Quisiera partir de la misma Palabra de Dios, ya que es la misma Palabra la que nos debe hablar al corazón. En el evangelio de San Juan se lee lo siguiente:
“Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo en el mismo lugar con dos de sus discípulos. 36 Mientras Jesús pasaba, se fijó en él y dijo: «Ese es el Cordero de Dios.» 37 Los dos discípulos le oyeron decir esto y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?» Le contestaron: «Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde te quedas?» 39 Jesús les dijo: «Vengan y lo verán.» Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día.” (Jn 1,35-39)
Hay algo dinámico e interesante que se nos relata en este pasaje bíblico, es Jesús que “pasaba”, el Mesías que sale al encuentro con el ser humano y estos dos discípulos de Juan tienen inquietudes y ¿no pasa así con nosotros mismos? Si con usted, conmigo y con nuestros hermanos allá fuera. Todos nosotros tenemos inquietudes y preocupaciones:
¿por que hay que dormir cuando tengo tantas cosas que quiero hacer?
¿por que el día solo tiene 24 horas y nunca puedo hacer todo lo que quiero hacer?
¿por que siempre los lunes me cuesta comenzar mi jornada?
¿por que siempre que tienes un buen día viene alguien y te complica la vida?
¿por que no puedo hacer lo que siempre quise hacer?
¿por que digo que no pero pienso en si?
¿por que unos tienen miles de millones y otro se mueren de hambre?
¿por que uno trabaja toda su vida y cuando acaba de pagar la hipoteca en lugar de ser libre tiene que ir al medico para que le cure de una cosa o otra?¿por que la gente se muere?
¿Qué voy hacer cuando sea grande?
¿por queeeeeeeeeee???????
Pero aquí los discípulos buscan algo más que inquietudes y se dejan atraer por el magnetismo de la persona de Jesús. El Señor se da cuenta de que lo siguen y no los deja esperando, no se vuelve duro hacia ellos o arrogante en su respuesta, no se comporta como un funcionario público que solo responde cuando él disponga de tiempo. Por eso, nuestras inquietudes, súplicas y rezos son escuchados, tenemos esa certeza de que el Señor no hace oído sordo a nuestras plegarias. Al contrario solo quiere saber ¿que buscas con tus inquietudes? ya que él les pregunta a los dos discípulos ¿Qué buscan? Y no es así la misma pregunta para usted y para mi ¿Qué buscamos hermanos? Algunos diremos pues buscamos la felicidad, otros dirán buscamos entretenernos ya que la vida es corta, o buscamos ganarnos la vida, mejorar nuestra calidad de vida, y otros dirán buscamos llenar esos huecos espirituales que tenemos, etc…
Reflexione y cuestiónese ¿Busca sinceramente a Dios?
Los discípulos le contestan a Jesús refiriéndose como Maestro pues reconocen la sabiduría divina en su persona, y los discípulos no contestan enlistando todas sus inquietudes o preocupaciones sino responden con una sencilla declaración ¿Dónde te quedas? En pocas palabras ¿dónde vives? Los discípulos no preguntan quién es, sino donde te quedas porque quiero irte a buscar, quiero irte a visitar, quiero estar contigo. Los discípulos no buscan algo, sino buscan a ALGUIEN y la primera enseñanza que el Señor nos deja es precisamente esto buscar a la persona de Dios y no tanto como ganarnos la vida, la felicidad, o el placer, esto viene por añadidura.
“No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.” (Mt 6, 32-33)
Y no hacemos nosotros lo mismo, cuando sabemos que tenemos una cercanía con una persona, queremos pasar tiempo con ellos, queremos saber dónde vive, queremos ser parte de sus vidas, queremos ser buenos amigos. Regresando al pasaje bíblico pudiera uno especular con los discípulos lo siguiente, tal vez no te conozco bien pero yo te pregunto ¿Dónde te quedas?, tal vez eres tú lo que mi vida siempre ha anhelado pero yo te pregunto ¿Dónde habitas?, tal vez eres tú la respuesta a mis anhelos más profundos de mi corazón, tal vez no tengo la certeza o la seguridad de ¿Quién eres? Pero yo te pregunto ¿Dónde vives? Pero estoy dispuesto a buscarte, a pasar tiempo contigo, a crecer contigo, a dejarme guiar por ti. He aquí lo que yo llamo este encuentro de los dos discípulos de Juan con Jesús “amor a primera vista” y te pregunto a ti “¿Te has enamorado de amor a primera vista? Y si la respuesta es si, ¿no haces todo lo posible para vencer cualquier obstáculo? pues el Señor se ha enamorado de cada uno de nosotros, ha tenido este “amor de primera vista” y ha roto todos los obstáculos porque lo quiere es tener una cercanía contigo, quiere que lo conozcas, que lo sigas. “Para Dios no somos números, somos importantes, es más somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa.”[1] Él quiere que con tus rezos, tus inquietudes, tus suplicas te levantes y lo busques y lo sigas. Que no te quedes conforme con lo que tienes “Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces”[2] y si te da miedo buscarlo y seguirlo, pregúntate ¿Qué me detiene? ¿Me siento indigno de acercarme al Señor?
Oración
Señor, sí quiero.
Quiero abandonar la rutina y ponerme en camino hacia Ti.
Tú, Señor, nos has dicho que te escuchemos;
porque tú eres el camino, el centro de nuestros destinos,
el Maestro, el Salvador.
Tú eres el que delante de nosotros,
vas dejando tus huellas
para que te sigamos y te encontremos.
Gracias, Señor, porque sabemos por dónde ir.
Gracias, Señor, porque no estamos solos.
Tú nos acompañas; es más, vas delante de nosotros.
Gracias, Señor,
porque nos das a conocer la meta: tu vida.
Como un ánfora de barro mi corazón se llena
cada día de Ti. Cada día que pasa
más y más Tú te adueñas de mi frágil vasija
dándome desde adentro tu luminosa altura.
Mi voz tan quebradiza atalaya las tuyas.
Estoy marcado en medio del alma por tus manos,
Alfarero tan íntimo, arcilla de los arroyos
que me salpican siempre melodiosos cantares.
¡Qué frágil es mi barro para que Tú lo mires!
Qué fuerte tu ternura para que no me raje.
Cómo sabes amarme sin que yo me haga añicos.
Sólo Tú me has cocido para tenerte dentro.
Señor, hasta los bordes de mi arcilla pequeña
lléname cada aurora de tu luz infinita.
Que no quede ni un hueco de mí mismo jamás
para otra sed distinta de la tuya, Dios mío. [3]
2014 © Adrian Alberto Herrera
Foto principal y de Jesus por Waiting For The Word, pareja por Emliano Horcada
[1] http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130407_omelia-possesso-cattedra-laterano_sp.html
[3] http://reflejosdeluz11.blogspot.com/2012/03/ponerse-en-camino.html