Hace tres semanas, junto a dos colegas, estuve en St. Louis en la Conferencia de Espiritualidad Ignaciana titulada: El Silencio en el Corazón de la Misión. Presentamos nuestro programa de formación con la comunidad hispana, haciéndonos la pregunta: ¿de qué manera invitamos a valorar el silencio como parte crucial de la experiencia ignaciana?

Necesario en cada retiro serio, el silencio es una característica necesaria pero no exclusiva de los ejercicios ignacianos. El silencio externo ayuda,  pero  es  vital  sobre  todo  el  silencio  interior,  que predispone  a  la  escucha  de  la  Palabra.  Es  válido  para  las experiencias de oración propuestas en el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

El silencio es clave para acercarse a Dios. Como dice la Madre Teresa:

en silencio Dios nos escucha, en silencio Dios habla a nuestras almas, en silencio se nos da el privilegio de escuchar su voz (…) silencio de nuestros ojos, silencio de nuestros oídos, silencio de nuestras mentes. En el silencio del corazón, Dios nos hablará.

Acercarse a Dios es crecer espiritualmente, alimentar nuestra vida espiritual y desarrollar un corazón compasivo como el de Jesús. Una de las gracias más importantes de la Segunda Semana de los Ejercicios, conocer a Jesucristo para más amarlo y seguirlo (EE 104), se consigue cuando uno hace silencio, escucha la Palabra, y deja que el Señor actúe en uno. En mi sencilla vida espiritual siempre me encuentro pidiendo “parecerme al Señor”, tener sus mismos sentimientos y ser reflejo de su presencia amorosa en mi trabajo, pero fundamentalmente en mi casa, con mi esposa y mis dos hijas. Y he aprendido que esa gracia se recibe… en silencio.

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2015 © Carlos Aedo.  Todos Derechos Reservados.


 

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