Basilica of the National Shrine of the Assumption of the Blessed Virgin Mary Baltimore MD

Institución de la Eucaristía

Desde la institución de la Eucaristía por el mismo Jesucristo la noche de pascua con estas palabras: Después tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía”. Y después de la cena hizo lo mismo con el cáliz diciendo; “Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”[1] El Señor se ha quedado con nosotros y para nosotros en el Tabernáculo y es ahí donde le rendimos pleitesía, amor, gratitud, etc. Es ahí a donde nos dirigimos cada vez que deseamos tener contacto íntimo con el Señor en cualquier Tabernáculo de Nuestra Santa la Madre Iglesia Católica del mundo.  

Misterio Sacramental

Sabemos bien por experiencia propia lo fácil que es honrar la verdadera presencia de Dios en lo bello, milagroso y sagrado. Hemos experimentado también encuentros de profunda espiritualidad, piedad y reverencia en Tabernáculos bellos ricamente adornados, ministros ejemplares y elocuentes, música sacra y corales como venidas del cielo y una asamblea reverente en todas sus formas ante la presencia divina en la Eucaristía, en el momento sublime de la comunión. Indudablemente que ante estas inigualables circunstancias la presencia de Dios es obvia.

Este tipo de experiencias desde mi juventud me han llevado a la búsqueda incansable de tabernáculos similares dentro de mi comunidad, diócesis, estado, país y extranjero mismo para revivir momentos de éxtasis, apartándome de todos aquellos Tabernáculos: pobres, irreverentes, y sucios. Son incontables las veces que he ignorado, reprochado y rechazado a todos aquellos que participan al banquete divino con actitudes visiblemente irreverentes que comen la sagrada ostia como si fuese un pedazo de pan y beben la preciosísima sangre de Cristo como si fuese una copa de vino. En múltiples ocasiones he observado la irreverencia ante la Sagrada Eucaristía que por descuido cae al suelo y el cáliz conteniendo la sangre preciosísima de Nuestro Señor Jesucristo tocada por labios sucios con miedo a ser contagiado por alguna enfermedad al beber del mismo cáliz y ver a personas que vacían el cáliz de un trago para enseguida toser y desparramar la sangra preciosa de Cristo pro doquier. En múltiples ocasiones he preferido no beber el cáliz por asco o simplemente por miedo a ser contagiado. He experimentado la repugnancia sufrida al tocar con mis labios o lengua los dedos del celebrante o ministro Eucarístico y con severo desapruebo regreso a mi asiento. También me ha molestado la impaciencia, desorden y atropello al levantarse la asamblea de la banca a recibir la Sagrada Comunión.

En mi afán por llegar a Tabernáculos aceptables a mis expectaciones espirituales, en múltiples ocasiones he ignorado al necesitado, para mí el Tabernáculo era más importante que la asamblea misma incluyendo a pobres, ancianos, incapacitados, mal olientes y harapientos, desquiciados y adictos al alcohol y drogas. Mi verdadero Dios se encontraba en el Tabernáculo fuera de el la presencia de Dios no existía. Había trazado los linderos de la presencia divina, conocía muy bien la última frontera donde no se encuentra Dios. Irreverencia, suciedad, contaminación, pobreza, enfermedad, ignorancia, niño llorando o corriendo, desorden y adicción para mi eran signos claros de la ausencia total de Dios. Había convertido a un Dios elitista y lejos de la verdadera presencia divina de Jesucristo quien se encuentra en medio de los anawin. Me había olvidado pro completo del milagro de la Encarnación, de la humildad de la Encarnación elegida por el Rey de Reyes, como el acto de amor mas sublime que haya existido.

La Humildad de la Encarnación

Desde muy pequeño principié a entender la Encarnación del Señor reforzada por bellas tradiciones culturales y religiosas. La navidad era impacientemente anhelada para exponer el nacimiento en el lugar más importante de la casa, decorar el árbol de navidad y principiar la fiesta navideña con las posadas, alegres villancicos, dulces y piñatas durante los nueve días anteriores a la navidad. La algarabía terminaba con los regalos que el Nino Dios nos dejaba a cada uno de nosotros de acuerdo a nuestro comportamiento durante el año que terminaba.

La alegría de la fiesta navideña aunada a mi ignorancia, me hicieron pasar por alto la humildad de la Encarnación del Señor. Sabía que había encarnado pero ignoraba la humildad de la misma. El Señor se hizo hombre y humilde a la vez como acto de amor a todos aquellos que todavía no le conocían. Para nacer su palacio fue un mugroso, apestoso y frio establo, su cuna un improvisado pesebre hecho con paja sucia e incomodo para un cuerpecito delicado recién nacido y custodiado por la vez a y el burro y adorado por pastores considerados por los Judíos un grupo de personas sin importancia. A través de esta imagen sagrada he venido comprendiendo poco a poco que el tabernáculo del Señor, fue pobre, sucio y frio simplemente porque El así lo deseó. Este Tabernáculo-pesebre de Belén, dista mucho de mi tabernáculo bellamente decorado. Entonces ¿Cuál de esos Tabernáculos es el verdadero? ¿En cual Tabernáculo se encuentra Dios?

Photo by Jim McIntosh

Photo by Jim McIntosh

Tradición Espiritual Franciscana

Para san Francisco de Asís quien fue el primero en representar en vivo la escena de Belén, es la humildad de la creación su visión central. La creación fue para el un poderoso mural vivo del amor de Dios. Fue en el leproso donde Francisco vio a Dios, fue precisamente con el beso del leproso que Francisco de Asís principia su gran aventura, aventura que continua viva en el corazón de católicos y no católicos. Lo que anteriormente fue amargo (los leprosos) quienes le repugnaban en exceso, los mismos leprosos repudiados se convirtieron en dulce. Fue en el leproso donde Francisco va la presencia animada de Dios y por ello amorosamente lo cuida y limpia simplemente porque Francisco tuvo la gracia para admirar la presencia de Dios, donde yo continuo hasta este día rechazando.

 

San Francisco de Asis, a pesar de ser hijo de un rico comerciante de telas, alegre trovador y popular entre los jóvenes de su época en la comuna de Asis, llevado por su amor a Jesucristo, sirvió con esmerado amor a los anawin de su tiempo: leprosos, pobres y enfermos considerados como los parias de la sociedad medieval. Su amor a Jesucristo reflejado en los pobres y leprosos atrajo a muchos a servir a dios en relativamente poco tiempo después que Francisco principio su monumental obra. ¿Cómo podre ver a Dios en los pobres y débiles?

La Orden Seglar Franciscana

En la Orden Franciscana Seglar fundada por san Francisco de Asis, es la que pacientemente me recuerda la presencia de Dios, en los débiles, enfermos y desamparados del siglo XXI. Son ellos los que constantemente me recuerdan que la verdadera presencia de Dios, si bien es cierto que se encuentra en el Tabernáculo, también es cierto que se encuentra en el corazón de todos los desamparados y que fue el amor del Señor, por el cual con humildad se encarno en el pesebre de Belén.

Pese a estas enseñanzas de rica espiritualidad Franciscana, mi terquedad me lleva a continuar con relativa facilidad a contemplar a Dios en la liturgia bella adornada con oro, pinturas de la talla de Rafael y Miguel Ángel forrada con mármol de Carrara y con relativa facilidad me hacen ignorar la presencia de Dios, en los irreverentes, sucios, enfermos y desquiciados que se acercan a la mesa del Señor, por ignorancia, curiosidad o morbosidad. Que difícil es aplicar mis principios Franciscanos, cada vez que me encuentro con algunos de ellos

Se que Dios está presente en el pan y en el vino así como en el cuerpo de los débiles y desamparados como la imagen de Dios imago Deus. Sin embargo que difícil me ha sido transformar lo amargo en dulce, la repugnancia me lo impide y mi ceguera espiritual no me permite ver a Dios corporalmente en la persona de los más débiles, sucias y repugnantes de la sociedad. ¿Será esta actitud herencia recibida de los Jesuitas de educar al sabio y rico capaz de producir? ¿Será la mezcla de mi espiritualidad Jesuita y Franciscana incompatible? Lo único que se es que deseo amar y servir a mi prójimo rico o pobre, fuerte o débil y amar y servir a Dios con todo mí ser. Sin embargo hasta estos días continúo corriendo detrás de los tabernáculos de las grandes basílicas y de las capillas conventuales. Mi alegría se desborda cada vez que veo las invitaciones que mi esposa y yo recibimos para asistir a la misa de media noche y de navidad en la Basílica de san Pedro, el deleite de escuchar grandes corales, organistas excepcionales de Notre Dame de Paris y de san Sulpicio, así como de los centros Marianos de América y Europa. Que fácil y hermoso es ver a Dios en el Santo Sepulcro, pero también que difícil es amar y servir a Dios con todas mis fuerzas, con todo mi corazón, con todo mi mente y con toda mi alma a los para ver la presencia viva de Dios en todas las personas y en la creación misma en cada ser viviente por mas pequeño e insignificante que este sea. Esto requiere de un desarrollo espiritual gradual y constante. Mi espiritualidad debe ser ejercitada sin desmayo a través de la Tradición Intelectual Franciscana, amor a los demás y a toda la creación.

En mi desarrollo espiritual mis vicios y pecados me alejan de Dios como ley de gravedad pensando que mis vicios y pecados ofenden a dios y me hacen merecedor a su castigo. Este concepto de un Dios poderoso y castigador me ha hecho olvidar el amor inmensurable de Dios y su inmensa misericordia. El amor y misericordia de Dios, a través de la humildad de su Encarnación y piadosa Resurrección, venció al pecado de una vez y para siempre. Mis vicios y pecados han sido muy bien pagados con la Pasión, Crucifixión y Gloriosa Resurrección, ha sido la coup d’état del pecado y de la muerte. Mis vicios y pecados no tienen cabida en el corazón amoroso de Dios, su sangre preciosísima los lavó y nos ha ganado el Reino de los cielos a todos los hombres y mujeres de buen corazón.

El Amor, Un Mandamiento Nuevo

Me cuesta trabajo entender que la humildad de la Encarnación fue por amor y no necesariamente para redimir el pecado. La esencia de Dios mismo es el amor hacia nosotros, la creación es un acto de amor puro de Dios. La marga y dolorosa pasión y crucifixión del Señor es un acto de amor puro hacia nosotros y no el pecado. El amor de Dios mismo, me formo a su imagen y semejanza, me eligió como morada para continuar su obra a través de mi persona. El amor de Dios no comprende vicios ni pecados, pobreza o enfermedad, tampoco la suciedad a la que he venido repudiando.

Amor Al Prójimo

En la misma forma que por amor Dios me creó a su imagen y semejanza y me ha hecho morada suya, Dios amorosamente ha creado a su imagen y semejanza a todos los hombres y mujeres así como a la creación entera. Dios me pide que ame la creación, me pide que ame a todos los hombres y mujeres con todas mis fuerzas, con todo mi corazón, con toda mi mente y con toda mi alma. No es la condición humana la que me acerca o aleja de Dios, es el amor mismo de Dios el que me acerca a amarle y servirle con todo mi ser en los débiles y desvalidos, sucios y repugnantes, es solo el amor inmensurable de Dios el que me permite verle en los demás a pesar de su condición humana, es el amor de Dios que me permite convertir lo amargo en dulce y el mismo que me permitirá verle y amarle en aquellos que me han repugnado en el Tabernáculo.

Pidamos a Dios que logremos algún día experimentar en todos los Tabernáculos del mundo entero su inmensurable amor. Así sea…

© Derechos de Autor 2013 Dr. Gabriel Martinez, SFO

Photo by Jim, The Photographer


[1] Lc. 22, 19-20

Comments/Comentarios

comments